Saturday, January 31, 2009












HISTORIA



Me persigue cierto desafío lanzado por Michel Foucault en Nietzsche, la genealogía, la historia: "¿Creemos en la perennidad de los sentimientos? Pues todos, y sobre todo los que no parecen más nobles y desinteresados, tienen su historia." Me persigue igualmente -nos persigue a todos acaso sin saberlo- el grito indignado del sangriento mercenario de las guerras de religión del XVII que interpreta Michael Caine en The last valley. Cuando el sacerdote de la aldea perdida trata, una vez más, de amedrentar a las gentes recordandoles el temor de Dios y la amenaza del infierno, el capitán se revuelve furioso; "No iremos al infierno, maldito idiota, porque no hay infierno, y no hay infierno porque tampoco hay cielo... Sólo es una leyenda".







Lo que Nietzsche y otros nos han hecho descubrir es que nada se sustrae al tiempo, que todo, más en tanto que más solemnemente proclama su intemporalidad, cuaja a través de la cocción lenta de la historia. Creemos que el cuerpo está determinado por puras leyes fisiológicas, pero es la impureza de los azares, devenires y vaivenes de la experiencia -una experiencia de milenios- la que lo ha ido construyendo. Bien lo sabían los estoicos y otros sectarios de la Grecia helenística, empeñados en enseñar el cuidado de sí a través de la higiene, el placer erótico o la disciplina, capaces en definitiva de asumir que el cuerpo era un libro sobre cuyas páginas había que escribir largamente. Esa omnipresencia del devenir vale para todo, para la propia identidad, para los sentimientos -cuyo mapa tan presuntamente privado e irracional se forja en la cultura a través de los siglos- para las creencias, para las instituciones...



Pero nos cuesta asumirlo, por lo visto. Ví esto muchas veces en la pequeña localidad donde ejercí mi profesión durante casi una década: forasteros insolentes, llegamos a un escenario en el que somos completamente nuevos y creemos conocerlo y dominarlo a los dos días, confundiendo la aparente complicidad con que se nos recibe -complicidad que asociamos equivocadamente con blandura-. No advertimos la profundidad de los lazos que han ido otorgando su misteriosa densidad a la red de relaciones, de equilibrios y contrapesos que conforman el paisaje. Este se muestra a primera vista casi vacío y transparente, como abriéndose indolente a nuestra decidida condición de conquistadores. No interpretamos adecuadamente la sonrisa tenue o la mirada sutil de unos ojos que se ocultan tras la penumbra de una cortina. El calor y el frío, los olores, el valor de las exclamaciones, el misterioso respeto con que un hombre sobrio escucha las bravuconadas de otro que anda borracho... todo tiene su historia, todo está configurado a partir de un pasado a veces glorioso, a veces mísero. Quizá en su origen nada fuera puro. Pero las solidaridades y los odios contenidos que hechizan secretamente el escenario con sus alianzas y erotismos o con sus venganzas eternamente aplazadas... todo eso se inició en el pasado en situaciones de peligro, en momentos en que la amenaza o el dolor provocó insospechadas emociones compartidas.




Todo está cargado de pasado. Ha de estarlo, porque si no, no merece la pena. Solo paseo con respeto religioso por los barrios antiguos de la ciudad. No puedo concebir que alguien acuda entusiasta a tomar copas a un local hermoso, nuevo y aséptico como un hospital privado en medio de una de esas tierras de nadie prefabricadas que extienden el radio de los núcleos urbanos y pretenden crear zonas de moda. Es el espesor del tiempo el que cae sobre mí cuando deambulo por la zona vieja, a riesgo de que una cornisa podrida se desplome sobre mi cabeza. Experimento la misma sensación -dolorosamente- cuando descubro en medio del campo una de esas viejas casas solariegas abandonadas cuyos muros aún aguantan a duras penas las tempestades. Al fondo de una pared aún en pie, una ventana con los restos de algún adorno, signo inquietante de que hubo alguien allá dentro con las mismas esperanzas que yo, con la misma capacidad para alegrarse por un nuevo día. ¿Cuántos hijos tuvieron aquel hombre y aquella mujer que habitaron la casa? ¿Cómo pasaron la noche en vela cuando llegaron los bandidos o los alguaciles? ¿Qué pasó con el mundo que levantaron? Sólo un bárbaro ignora que sus almas aún vagabundean por los campos y las estancias deshabitadas. Como los fantasmas de los castillos escoceses, debemos acostumbrarnos a su compañía, no nos aterran por ser extraños, sino porque su presencia en nuestros sueños es prueba de lo semejantes que son a nosotros los vivos.



Como en aquella película tan enigmática de Orson Welles, Mr Arkadin, si solo sabemos lo que se nos revela en la primera escena, que hay una avioneta sin nadie dentro surcando el aire y a punto de empezar a pegar vueltas y estrellarse, no entendemos absolutamente nada de la vida. si no atendemos respetuosamente al relato de lo sucedido, no seremos más que unos simios que, con sus ordenadores, sus automóviles y sus televisiones de plasma solo serán pese a todo dignos de volver a los árboles. Así, dudamos presuntuosamente de las fidelidades de nuestro vecino, quizá porque ni siquiera acertamos al decidir cuáles son. Confundimos el sentido de las miradas y los gestos, pero sobre todo confundimos las palabras. No entendemos la historia que tienen detrás. Hay quienes presumen de saber por qué estoy con mis amigos y mis amantes o qué es lo que me hace sonreír por las mañanas.





He aprendido a marcar los tiempos de la única manera que me permite encontrarle un sentido a la vida. Miro al nuevo con extrema desconfianza porque ya he sido abandonado muchas veces. Mis pocos allegados no imaginan lo poco que me gustaron al principio, no imaginan lo poco que, probablemente, seguirían gustándome de no ser porque ya forman parte de mí. En un episodio de House, el Doctor Wilson recuerda "lo que dice la gente, que uno no elige a su familia pero sí a los amigos... pero empiezo a creer que tampoco elige a los amigos". Hay un momento en mi relación con alguien, más tardío que temprano, en que de pronto entiendo que esa persona ya, de alguna manera, me pertenece. Ese es el momento en que su pérdida empieza a ser el mayor de mis temores. Insignificante como creíste ser durante años, de pronto te sorprendes de que te diga lo que Ayax dice a Aquiles al desembarcar en Troya: "Es un honor luchar a tu lado". Pero nada está más lejos de mi vida amorosa que la experiencia del flechazo... valiente estupidez.





No hay vida eterna, no hará falta que evitemos correr hacia la luz porque no hay luz tras el último suspiro. Por eso solo somos tiempo, historia sin "ardid de Dios", como copos de nieve que caen poco a poco todos nos precipitamos hacia el final por un camino inexorable. ¿Su sentido? No lo tiene. Solo sé que vas a quedarte también esta noche. Y el Viejo Padre, como decían los guerreros vikingos, sigue haciendo girar la débil madeja de nuestras vidas.

3 comments:

Anonymous said...

"En forma de corrección política de la belleza, la cirugía estética aplasta en mí la insolencia de lo que –bueno o malo, ¿qué importa?- me hace único."

Me ha gustado leer este post.
La gente se opera porque no se encuentra agusto con su aspecto,y respeto eso..pero al fin y al cabo ellos saben que en realidad no son así.
Yo creo que nunca me operaré.Digo creo porque en un futuro podría cambiar mi forma de pensar.

Ayer iba andando por la calle y justamente pensé en las arrugas.
Pasé al lado de unas personas de edad mediana,con arrugas en la cara.Y cuando llegué a casa y le di un beso en la mejilla a mi madre me di cuenta de que ella también tenia,y más en la zona de la boca.
Y entonces pensé: puede que ahora no se ría tanto...pero hace años se debio reír bien a gusto.
Y en ese momento quise que de mayor(como sé que voy a tener arrugas igual y tampoco me importa)tuviese en la zona donde se te ensancha la cara por sonreír.Porque así, si de mayor soy una persona a la que ya no le quedan fuerzas para reír...la gente sepa que hubo un tiempo en el que sí.

9:45 PM

David P.Montesinos said...

Creo que el comentario se refiere al antepenúltimo post, titulado "Cirugía", gracias en cualquier caso.

Anonymous said...

"No hay vida eterna, no hará falta que evitemos correr hacia la luz porque no hay luz tras el último suspiro. Por eso solo somos tiempo, historia sin "ardid de Dios",
Me cuesta aún, después de algún tiempo ya fuera de una influencia religiosa en el colegio, creer en la inexistencia de una vida después de la muerte, que no la existencia de Dios que está relacionado con este tema pero puede ser diferenciado claramente.La verdad que me planteo esto desde hace ya algunos años, desde que empezé a tener una "conciencia crítica" de la realidad que me rodeaba y a dejar de creer en algunas cuestiones que me parecían invariables hace no mucho tiempo debido en parte a la educación religiosa.Creo que no creer en la vida después de la muerte es completamente razonable, ya que cientificamente no hay nada que demuestre la existencia de otra vida despúes de la muerte, pero aún así me asaltan las dudas al respecto de esta cuestión.Una de ellas es que creo en la justícia como un valor universal e imperecedero y por lo tanto creo que si uno generalmente ha actuado y ha guiado su vida con justícia no sería justo que al final de ésta se viera abocado al mismo "lugar" que una persona que haya basado su vida por ejemplo en la manipulación y en el desprecio hacía los demás o que directamente no hubiera nada, con lo cuál me llevaría a pensar que la razón es solo producto de unas reacciones químicas en mi cerebro y no algo completamente aparte del puro mecanismo físico del ser humano y del universo.Otra de mis dudas sobre este tema se origina al hacerme la pregunta que aún los científicos no han podido resolver(creo que por su enorme complejidad nunca la resolverán)de: ¿cómo y por qué se originó la materia que por una serie de reacciones físicas y químicas dió lugar al "big bang"?.Ciertamente para mucha gente al igual que a mí le entran verdaderas dudas sobre este tema.Por eso creo que en este tema no hay una conclusión tan rotunda.
Aprovecho también para felicitarte por tu blog porque me parece estupendo.un saludo.

de:"Malibú"