Friday, December 17, 2010








EL FRIKI Y YO




1. Cuando uno acude a un acto público en el que tiene que hablar, se requiere una autoconfianza y un desparpajo del que yo carezco para que la situación no me genere, cuanto menos, un cierto desasosiego. Me pasaba ya desde pequeño, cuando teníamos que visitar los domingos a mis abuelos y había que plantarse en medio del comedor, delante de toda suerte de adultos que te pasaban revista y a los que había que besar y explicar lo bien que nos iba en el colegio. Al cabo de un rato, tras la paella de mi abuela, el miedo pasaba y yo acababa pasándomelo de cine jugando con mis primos y deseando volver pronto. Este miércoles me sucedió exactamente lo mismo. Hube de esforzarme durante el trayecto en el metro por no sucumbir a la timidez -no me pregunten por qué, supongo que es una irracional fobia social- y el miedo a que cualquier estupidez que yo hiciera o dijera dejara en mal lugar a mi amigo Francisco Fuster, quien tuvo la generosidad de invitarme para hablar sobre su libro recién estrenado junto a Justo Serna. Después, yo mismo ironicé sobre mis anteriores temores: mis sensaciones fueron inmejorables, creí sentirme entre amigos, más o menos igual que sucedía hace casi cuatro décadas en casa de mis abuelos.





Podría decirse que el trance pasó sólo por un momento desagradable. Al acabar nuestros respectivos parlamentos, un personaje, habitual en este tipo de circunstancias, soltó el mismo discurso contra Franco, Hitler y en favor de la República que suelta en todos estos actos, a los que acude sin duda de forma calculada para pasar una buena tarde mostrándole su cicatriz al mundo y disfrutando de aquellos quinces minutos de fama en los que según Andy Warhol habría de sustanciarse la democracia contemporánea. Da igual que el libro que se presenta trate sobre los yanquis, sobre el General Elío o sobre la cocina libanesa, él siempre adapta la circunstancia a sus peculiares obsesiones. No sería tan mala cosa -ni siquiera por el hecho de abandonar la sala antes de tiempo dando sonoros vivas a la República- de no ser porque el susodicho se comporta como un enviado del enemigo, es decir, monopoliza el turno de palabra, descalifica al interlocutor sin haberse dignado a escucharle, grita a cualquiera que le intente llevar lo contraria...

Tengo comprobado que cada foro de mi ciudad tiene un friki acoplado. Las mesas redondas o conferencias en la Universidad Vieja, por ejemplo tienen el suyo. En este tipo de situaciones el fenómeno es especialmente llamativo, pues uno no sabe si lo siguiente que hace el tipo que despotrica es pegarte un tortazo o sacarse la polla y mearte.

Sin embargo, donde parece haber encontrado su paraíso es en la Red. Una de las razones que acredita a un foro internáutico o un blog es que cuente con un friki, es decir, un tipo que firma obviamente con un nick y se dedica básicamente a incordiar. La cosa puede tener su gracia, y soy poco dado a refunfuñar demasiado sobre el asunto, pues siempre he pensado que todo acto público -y un debate en la Red lo es- requiere algún bufón que les recuerde a los participantes lo insignificante que es todo lo que creemos hacer con seriedad en este minísculo y apartado rincón del cosmos por el que deambulamos con la ingenua pretensión de que alguien nos mira y le importamos. El problema de los trolls, que así se llaman en la jerga internáutica, es que suelen ser facilones, cutres y algo paranoides. Su gran problema -un terrible complejo de inferioridad y un profundo malestar personal del que echan la culpa a los demás- se advierte cuando se intenta entra en diálogo con ellos y uno descubre que no hay un ser humano tras el nick, ni soplo de ternura, solo una patética cobardía. Si alguna vez descubriéramos al troll, si lo viéramos en persona, no nos entrarían ganas de decirle cuatro cosas, no habría venganza por los oprobios que nos dedicó en el pasado, sólo una profunda lástima.






Solo en una ocasión he tenido la sensación de que un troll que llamaba mi atención con sus ciberataques decía algo con sentido. Fue en el blog de Justo Serna: "Ustedes son un grupo de pseudo-intelectuales que se creen geniales pero que no dicen más que tonterías y luego se dedican a darse la razón unos a otros". Recuerdo que aquella intervención me hizo reflexionar. Quizá tuviera parte de razón, y sin embargo, no hay en aquel exabrupto más propuesta que la más profundamente destructiva: "Guardad silencio, regresad a vuestra madriguera, dejad que sean otros los que tomen la palabra". Esa propuesta, por la que reconozco sentirme tentado en ocasiones, es la misma que podría hacérsele a cualquiera que habla con sus amigos en la barra de un bar, a cualquiera que cae en la profunda impostura de intervenir en un debate, de escribir un libro, de tener un hijo, de decirle a alguien que le quieres... Por eso no sucumbo a ella, por eso ya no pierdo ni un segundo con los trolls de la vida: jamás me proponen actuar o ser mejor de lo que soy, solo pretenden que regrese a mi escondrijo, donde se está solo pero calentito.

2. Y sin embargo el frikismo es un fenómeno característico de la cultura contemporánea. Se asocia a veces con el kitsch, aunque en sentido estricto es una asociación arbitraria. En todo caso, comparte con él la decidida vocación de vivir en el mal gusto, de hacer de los valores desagradables y de la fealdad un programa político. El pop art, del que tan deudor es, por ejemplo, el cine de Almodóvar, nació atravesado por esa peculiar vocación autoirónica. Pero el friki no ha escogido la ironía, no exactamente, el friki es incapaz de salir de su propia impotencia, y por eso, para disimularla, hace creer a los demás que ironiza. El friki se viste en secreto de Darth Vader porque no ha superado la inevitabilidad de salir del cine y enfrentarse al mundo, un mundo que está repleto de darth vaders a los que hay que derrotar, solo que no llevan capa negra y espada laser, y lo que es peor, uno se da cuenta de que en el mundo real no es Luke Skywalker. El friki sabe que tiene que enfrentarse al mundo como un hombre -eso en lo que, con toda razón, nos insistían nuestros padres desde siempre-, pero ha decidido que no se siente capaz de hacerlo, y por eso se refugia en el onanismo y en una ironía estéril.

No hace falta vestirse de Star wars o de Spiderman para ser friki. Basta con ser admirador de Paris Hilton, ver la tele más de la cuenta o, a veces, incluso leer La Razón y escuchar la Cope. En cierto modo uno lleva un friki dentro. Ese friki es el que el miércoles, en el metro, cuando me dirigía a la presentación del libro de Fuster, me hacía señas preguntándome perplejo como tengo la poca vergüenza de ir a un foro a hablarle al público como quien se cree en posesión de la verdad. Son las mismas señas que me hizo -escandalizado- la primera vez en que besé -con bastante torpeza- a una mujer, o el día en que envié un libro de poemas a un concurso.








Como dijo el poeta Maikovski: "En esta vida es fácil morir, lo difícil es construir la vida". Ojalá no tarde el segundo libro de Fuster. De momento, vayamos echando a la basura el disfraz de Darth Vader. No sé si me entienden...

7 comments:

Justo Serna said...

Sr. Montesinos. Qué quiere que le diga. Que lleva razón y que su análisis del frikismo es preciso. Temo que me reprendan por convenir con usted o que nos crean una sociedad de bombos mutuos. Pero no me voy a callar.

1. "El friki se viste en secreto de Darth Vader porque no ha superado la inevitabilidad de salir del cine y enfrentarse al mundo". Cierto, cierto. Eso es lo que fastidia, vaya: salir a mediocre mundo.

2. El mundo, ese mundo al que teme volver el friki "está repleto de darth vaders a los que hay que derrotar, solo que no llevan capa negra y espada laser, y lo que es peor, uno se da cuenta de que en el mundo real no es Luke Skywalker". Radicalmente sí. Lo peor del friki no es es que se disfrace, tampoco que se embosque por timidez. Lo peor es que se cree sublime: mientras no se exhiba realmente, todo lo que piense y no materialice lo juzgará superior.

3. "El friki sabe que tiene que enfrentarse al mundo como un hombre -eso en lo que, con toda razón, nos insistían nuestros padres desde siempre-, pero ha decidido que no se siente capaz de hacerlo, y por eso se refugia en el onanismo y en una ironía estéril". Exacto, exacto. No encuentro mejor definición. Es solipsismo mediocre.

4. Nuestro friki de guardia, el que protagonizó unos instantes de gloria en la presentación de 'América para los no americanos', se exhibe porque no se percibe. Tiene toda la pinta.

Taluego.

David P.Montesinos said...

Como creo que usted sabe, mi visión de este asunto se ha desarrollado con la perplejidad que en los últimos años me ha creado la contumacia de los trolls de su blog. Puedo entender que alguien me deteste y que, de vez en cuando, le pegue por recordarme que soy gilipollas... Eso puede ser incluso saludable a efectos de higiene mental. Lo que me empieza a parecer tóxico es la contumacia, sobre todo cuando llega a hacerse obsesiva. Eso solo podría justificarse por la convicción de que lo que uno hace es profundamente dañino para la sociedad, pero, por más que a uno pudiera tentarle sentirse tan malvadamente poderoso como Lex Luthor, mucho me temo que nuestra capacidad para hacer el mal desde un blog o desde la presentación de un libro es reducidísima. Deduzco que, al fin, el problema del supuesto agitador lo tiene él mismo. Me recuerda a uno de esos grupos ultra del fútbol que gritan aquello que moleste a alguien, que insultan al rival, o al negro, o a cualquiera que no vaya al estadio como ellos para intentar llamar la atención apropiándose de cualquier mensaje supuestamente provocativo... Con una diferencia, los ultras comparecen, se exhiben y dan la cara... El troll por contra se esconde tras la cobardía del nick. Eso sí, al igual que el ultra no tiene agallas para argumentar su odio, simplemente intenta destruir y su fin último y secreto es que los demás no acudan al estadio. Es puro carácter destructivo.

Entiendo que el frikismo puede ser otra cosa, empezando por su supuesto origen cultural, aquella maravillosa película de Todd Browning que aquí se llamó "La parada de los monstruos". Pero esto es ya objeto de otra reflexión, creo...

Francisco Fuster Garcia said...

Amigo Montesinos, aprovecho este post para darte nuevamente las gracias por tu presencia en la Casa del Libro el miércoles. Me ha escrito bastante gente - gente que no te conocía - diciéndome que les gustó mucho tu intervención y que me retrataste muy bien en las palabras que me dediscaste. Aunque sigo pensando que exagerásteis bastante mis méritos, no seré yo quien les lleve la contraria porque es gente que me conoce de hace muchos años.

Ayer le contaba a Rogelio López, el director de "Ojos de Papel" que yo también soy más de escribir que de hablar en público: no por miedo ni por vergüenza; simplemente porque me da mucho reparo hablar de mi libro y de mi autobiográfia a gente que ya me conoce, como si les estuviese descubriendo algo oculto y trascedental. Eso que dices que te pasó en el metro a mí no sucedió, quizá por la tranquilidad que me daba compartir la mesa con vosotros. Una vez allí, el reparo que da ver a gente desconocida se compensó al ver a aparecer a varios viejos amigos. ahora entiendo la importancia que tiene para el autor de un libro ver caras conocidas en su presentación.

Y sobre lo del friki no sé muy bien qué decir. La verdad es que me quedé tan tranquilo después de solventar mi primera intervención, que casi no me enteré de lo que decía. No le doy mayor importancia al hecho. Al terminar el acto me dijo el responsable de la librería que ese señor es un clásico ya del lugar y que allí le llaman "el follonero". Estoy totalmente de acuerdo con tu padre en que es una suerte que la gente pueda expresarse así públicamente, aunque sea diciendo cosas irracionales. Mientras que no se falte al respeto a nadie, yo también soy de los que cree que la gente tiene derecho a su minuto de gloria cada cierto tiempo.

David P.Montesinos said...

El honor fue para mí, querido Paco, por elegirme para presentar el libro junto a quien sin duda es uno de sus maestros. Yo tampoco otorgo mayor importancia al asunto del follonero, en todo caso es capaz de suscitarme una reflexión sobre la conveniencia de hacer cosas, de decir lo que uno piensa en público sin pasarse la vida pensando que lo mejor es ceder a la tentación de quedar en silencio. Creo que el friki que llevamos dentro es por definición un destroyer.

No creo que nos extendiéramos demasiado en los elogios. Creo que uno debe elogiar, sobre todo, aquello que sanamente envidia en los demás.

Anonymous said...

Yo creo que, en este asunto del friki (no le llamaré follonero porque este nombre ya lo tiene un personaje de la sexta, bastante más gracioso que él, aunque con su buena dosis de mala leche) yo me siento más próxima a su alumna americana: me causa un poquito de miedo. Como ella, siempre temo que acabe su discurso con una serie de mandobles. De ahí que siempre me siente en la primera fila, puesto que él suele quedarse detrás, seguramente para poder salir más rápido.

En cuanto a la timidez, algunos luchamos contra ella utilizando el sistema de la huída hacia delante. Hacerse la desenvuelta, casi siempre, me hace olvidar que lo que en realidad me gustaría es pasar desapercibida.

Por ejemplo, ahora mismo utilizo esa "pose" para decirle que me gustaría ponerme en contacto con usted, por lo que le agradecería que me enviara, si lo tiene a bien, un mensaje a mi dirección de correo, que usted, como administrador de esta amenísima cueva, posee, mientras que yo no tengo a dónde escribirle de modo personal.

Y no se preocupe, que no voy a hacerle minguna proposición deshonesta, una ya no está en esa edad...

David P.Montesinos said...

No me preocupo, pero es que no sé cuál es su dirección...

Anonymous said...

Simpática la reflexión acerca del frikismo como también lo es la definición que nos da del Friki, no sé si se puede mejorar: “El friki se viste en secreto de Darth Vade”.

Sin embargo hay en su post algo que puede pasar desapercibido y que es, desde mi punto de vista, esencial y es “el FriKi que todos llevamos dentro” ese que nos mira de arriba a abajo y nos pregunta ¿pero tú a dónde vas?, ese boicotador que nos pone la zancadilla, ese impostor que nos hace perseguir el fantasma del éxito y que nos hace huir del fracaso resguardándonos en la cobardía. Hay que tener serenidad, las ideas bien puestas en la cabeza y mesura, para no arremeter contra él, tolerarlo y continuar, exactamente como ocurrió el día de la presentación de libro del Sr. Fuster.


Felices fiestas Sr. Montesinos, también para todos aquellos que dejan su huella en esta cueva

R.