Friday, June 21, 2013




COACHING


1. ¿Eres emprendedor? Esta pregunta aparece últimamente muy a menudo en programas televisivos, panfletos publicitarios o anuncios de las páginas salmón de los periódicos. Por lo visto, pretenden animarte a sacar al león con alma de empresario que llevas dentro y que abandones de una vez por todas esa pinta avinagrada de cesante que llevas encima, un vinagre por cierto bastante explicable cuando resulta que llevas tiempo en el paro y sintiéndote menos como un león y más como una mierda. Estas técnicas de coaching están muy de moda, y vienen a insinuarte que tu fracaso no tiene nada que ver con el capitalismo ni con los malvados mandarines que te explotaron y después te despidieron sin aparente explicación: tu fracaso es causado por tu actitud derrotista y tu manía de practicar la autocompasión.

 A mi Instituto, por ejemplo, los señores del PP nos enviaron una documentación de una empresa de coaching, liderazgo empresarial y otras engañifas, la cual nos proponía un "plan de mejora". Fue divertido y dio lugar a muchas risas: "hablamos de mejorar", decía, "pero, ¿realmente queremos mejorar?" "No, cenutrios", me hubiera gustado contestarles, "nos gusta revolcarnos en el fango, pero ahora sé que tú me vas a sacar de él". También insinuaba que debíamos acostumbrarnos a censurar aquellas actitudes de compañeros que "contagian fatalismo y desánimo". Se me ocurre pensar si el ínclito ministro Wert saldría con esa sonrisa de Fétido Adams que le caracteriza si pasará por alguna de las aulas sobrecargadas infernalmente de alumnos conflictivos que tenemos por aquí, me pregunto cómo haría para no caer en el desánimo. Igual hasta se haría sindicalista para huir de la tiza.

Volviendo a lo del "¿eres emprendedor?", se me ocurre la respuesta de un parado que ve programas de este tipo con la ingenua ilusión de que le ayuden a encontrar un trabajo. "Pues no, pedazo de gilipollas, no tengo alma de emprendedor, sólo escucho a algún subnormal como tú porque de lo que sí tengo vocación es de comer todos los días dos veces y porque no me gusta ser pobre mientras hacen pasta hijos de perra como tú". Y por rizar el rizo, se me ocurre la respuesta de una aspirante a trabajar en un club de carretera: "Pues mira, no tengo vocación de puta, no me seduce demasiado chupársela a tipos repugnantes, pasar frío de cojones o subirme al coche con algún psicópata, pero ya ves, he de darle de comer a mis dos hijos".

Veo mucho este espíritu en el actual gobierno de España y de mi comunidad autónoma -derecha pura y dura-: la mayoría parece que no hayan tenido un problema de vida, hablan desde un fingido y bovino optimismo que parece propio de adolescentes que mientras se hundía el mundo jugaban al squash. Eso sí, se las suelen arreglar bien para seguir siendo ricos. 

2. Concluyo con cierta pesadumbre la lectura de la última novela de Javier Cercas, La ley de la frontera, basada en la vida de El Zarco, un delincuente juvenil de ficción, pero perfectamente reconocible en la España de los años setenta, cuando las pandillas y los manguis  obtenían un protagonismo colosal. Es preciso meditar mucho más sobre esta novela, y les aconsejo lo que escribió Justo Serna, el mayor experto que conozco en narrativa española contemporánea. Por mi parte, no creo que mi análisis aporte nada, pero sí he de referirme de urgencia a alguna de primeras impresiones que me ha despertado este magnífico relato: jamás creí en el mito de Robin Hood que acompañó aquella leyenda tan característica del post-franquismo. Lo que el personaje central, un chico "normal" que cruza al bando de los fuera de la ley por una infortunada circunstancia personal, descubre a lo largo de su vida sobre el Zarco es lo que yo sospeché siempre: que la mayoría eran un hatajo de tipos sin conciencia. Nunca entendí por qué algunos sectores de la comunidad les concedieron aquella aureola del buen ladrón 

Yo no lo creí jamás acaso por qué mis experiencias con aquellos supuestos héroes nunca fueron gratas, incluyendo alguna experiencia amorosa particularmente estúpida e infortunada. No puede estar más lejos de todo aquel mundo de quinquis mi actual imagen del heroísmo. No se trata de glorificar a los que están del lado de la ley, no, pero creo que una mujer abandonada por su marido y que saca adelante a base de narices a dos niños contra machos maltratadores, contra empresarios explotadores y contra la burocracia, merece mucho más un cantar de gesta que aquellos Vaquillas y compañía a los que dedicaron tantas películas en la época, películas por cierto particularmente cutres y oportunistas.

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