Saturday, August 16, 2014

AFORISMOS PARA FASTIDIAR (II)

1. La veo acercarse por la línea sinuosa de la carretera. Camina solitaria, se diría que trata de ponerse en paz con el mundo o que, quizás, ya la alcanzó hace tiempo. Por eso pasea, dejándose despeinar por el viento fresco que baja de entre las montañas cuando el sol apenas asoma. Empiezo a escuchar una voz tenue que resulta ser la suya y que, poco a poco, se va haciendo más asertiva y altisonante. Por un instante pienso que es una loca, pues locos eran en el pasado los que hablaban solos. El poder de seducción de la desconocida salta definitivamente por los aires cuando descubro la verdad, que suele ser tozudamente prosaica, mucho más de lo que nuestra inclinación lírica querría permitirse: está hablando por el móvil a través de los cascos. Por el tono y las banalidades que dice sospecho que su interlocutora es igual de idiota que ella. Tememos la soledad, pero acaso lo imposible sea hoy estar solos, lo cual, en el lenguaje actual se traduciría como "no estar operativo".



2. La belleza de Lauren Bacall era difícil, por ello resultaba tan subyugante. Se puede ser bonita y dulce como un postre; hay una belleza convencional -perfectamente aplicable también a los guapos oficiales del momento- que no perturba el alma y que por ello se manufactura para las multitudes. Pero Bacall hería con aquella mirada que invitaba a sentirnos tan seducidos como amenazados. Me pregunto si toda la verborrea sobre el oficio de actor es capaz de hacernos entender lo más simple: una estrella seduce por el gesto con el que detiene una diligencia en un camino desértico o, como en el caso que nos ocupa, por cómo es capaz de erotizar su relación con un cigarrillo. Miren fumar a Lauren Bacall, mírenla fumar junto a Bogart, esa es la química entre dos seres seguramente normales a los que el cine hizo sobrenaturales. 

3. Termino Crematorio, la novela más célebre y premiada de Rafael Chirbes. Las más de cuatrocientas páginas sin la concesión de un solo punto y aparte llegan a anonadar, en medio de la grandeza de una escritura potentísima y llena de recursos uno presiente una cierta bulimia literaria, como si el autor necesitara contarlo todo, lo que se hace, lo que se dice, lo que se piensa... Tiene en cualquier caso razón en su relato, que detalla con encarnizada precisión, sin ahorrarse un detalle, el proceso de degradación moral que llevó a la burbuja inmobiliaria y a la crisis. 

4. Una lectora escribe a El País Semanal. Dice haberse sentido harta y deprimida tras leer las columnas de los autores más prestigiosos de la revista. Si aquí Marías pone a parir a los bienpensantes, allá Montero viene a reprocharnos lo insolidarios que somos con los débiles del mundo o Millás nos recuerda que estamos gobernados por un hatajo de bandidos. Entran ganas de suicidarse, dice, y sí, yo también tengo a veces esta sensación: se diría que para ser un buen escritor hay que escarbar en los rincones más sucios de la civilización y del alma, aún al precio de que uno se plantee dejar de leer a todos estos cenizos por placer y pase a hacerlo por masoquismo. 
 
5. Venecia está siendo destruida por un mal peor que el de las aguas emergentes y el hundimiento de los viejos pilares: el turismo, un turismo carnívoro, avasallador y de rapiña. Dice un habitante de la ciudad de Marco Polo que Venecia hoy es "un turista chino que le compra a un tendero, también chino, una máscara del Carnaval que resulta haber sido fabricada en China". Esa frase dice más sobre la deriva del mundo que todos los tratados más sesudos de Sociología. 

6. Un soldado francés fue fusilado por conducta cobarde en el campo de batalla. Se nos cuenta que, como diría Gila, le fusilaron mal, que salió vivo y que, finalmente, regresó a las trincheras, donde terminó muriendo en primera línea bajo el fuego enemigo. Después de leer esto, sonroja pensar en la ligereza con la que nos atrevemos a juzgar a los seres humanos. Creemos saber de qué pie cojean y tener perfectamente definidos los límites de su capacidad para pensar y actuar. Alcancé la madurez el día que entendí que nunca sabemos con certeza lo que se puede esperar de un ser humano. 

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