Friday, November 14, 2014

PATRIAS Y MADRASTRAS




Si cedo a mis primeros instintos -los que provienen de aquella escuela en la que gritábamos ¡España! ¡España! al enterarnos de que un gol de Rubén Cano a Yugoslavia nos metía en el Mundial- puedo sucumbir a la tentación de explicarle a los catalanes que se equivocan. 

"Sigan con nosotros, les queremos", "¿para qué quedarse sólos si podemos seguir juntos en amistad y armonía?" Podría asímismo hacerles ver que la casa común es aquélla que no te hace sentir extraño cuando lees un tramo del Quijote; que Blas de Otero llamó a España camisa blanca de su esperanza al tiempo que con mucha sensatez la reconocía como madrastra; que ninguna fantasía independentista será capaz de superar el coraje de quienes instituyeron la Segunda República en tiempos mucho más duros que estos; que la patria con cuyo nombre afilaron sus cuchillos los viejos oligarcas para fustigar más a gusto a los disidentes es la misma de quienes, desde los comuneros o los agermanats hasta los afrancesados o los anarquistas, alcanzan a los Indignados, el Juez Garzón o los críos que  soportan una carga policial por defender el derecho a la educación. 

A lo largo de mi vida he oído infinidad de lacrimógenas soflamas proclamando el amor eterno a España. Antes era "una, grande y libre", después fue un civilizado estado democrático integrado en la normalidad europea, y ahora es nada menos que una "marca". Muchos se sienten ofendidos cuando alguien se mea en la rojigualda o se apuntan al ejército cuando -con viento de levante- nuestra gloriosa Armada invade una islucha poblada por un pastor y cuatro cabras. Anoche mismo escuché al diputado de UPyD Toni Cantó decir que se vinculó al partido de Rosa Díez por estar harto de gente que se avergüenza de decir que es española. 

Yo no me avergüenzo, soy lo que soy. Debo sin embargo apostillarle al señor Cantó que la España que le enorgullece no invita últimamente a incrementar la autoestima de sus súbditos. Y tampoco parece oportuno refugiarse en la supuesta identidad local. En nada se diferencian los ardores por la nación celtibérica a los que se dibujan en esas caras llorosas de los falleros en la Cremà, cuando empieza a sonar el himno regional que ofrenda nuevas glorias a España. Si ahora mismo la "Marca España" identifica un territorio entregado a la rapiña de sus políticos y sus banqueros, la Comunitat Valenciana nombra a una isla Tortuga gobernada por filibusteros.




Soy valenciano y sospecho que también español, por más que me ría un poquito cuando leo en las casernas aquello de "todo por la patria", consigna que por cierto no se tragan de verdad ni los fachas más recalcitrantes. Quienes tienen dificultades semánticas me llamarán por esto "nacionalista español", pero se me quedará cara de tonto, pues últimamente me asiste la tentación de huir esta calamidad y declararme apátrida en algún consulado exótico. 

No le diré pues nada a los secesionistas de Catalunya: sepárense si creen que les va a ir mejor sin nosotros, puede que después de todo tengan razón. Pero no se engañen, si lo hacen por amor a otra patria estarán cambiando una carroña por otra. Váyanse, no sean tontos, pero dejen de cantar Els Segadors y besar a la cuatribarrada: son mentiras tan ridículas como las de la España carpetovetónica de la que están tan hartos. 


2 comments:

Anonymous said...

Me cuesta reconocer que no puedo poner ni un "pero" a esta entrada... es genial.

David P.Montesinos said...

Pues gracias, hombre.