Sunday, April 26, 2015

VUELVE LA REVÁLIDA

El regreso de la reválida no es una simple ocurrencia de Wert. Tiene mucho de dejà vù, de regresión a aquella gris infancia de autoritarismo educativo y consignas de que "la letra con sangre entra" y "jarabe de palo reciben los malos". Sí, es tan reaccionaria como la monstruosidad que pretendía Gallardón con el aborto, lo es tanto como -por regresar a la LOMCE dichosa- la recuperación de la Religión como asignatura "a lo grande". Pero no nos equivoquemos, no es efecto del calentón de un ministro delirante, es una medida muy meditada, la clave de un modelo educativo cuyo sesgo ideológico es aún más perverso de lo que parece a simple vista. 

Se ha extendido en los últimos tiempos la especie -también entre muchos docentes- de que la mediocridad académica, la holgazanería, la indiferencia y la mala conducta no son, como supuestamente ocurría antes, anomalías que el sistema puede corregir o sancionar, sino la práctica común o cotidiana en las aulas, especialmente las de los centros públicos. La crisis de la educación sería por tanto no ya institucional sino espiritual, como suele decirse, una "crisis de valores". 


Del consiguiente fracaso parece que todos seríamos culpables por la tolerancia con la que nos empleamos con los neófitos. Como apenas les exigimos nada, como no les decimos "no" ni les ponemos límites, hemos erosionado de tal manera la cultura del esfuerzo que aquellos valores tan progresistas de la integración y la igualdad se han traducido en la práctica como un "igualar por abajo". De ello la LOGSE, bajo cuya lógica seguimos viviendo, es la gran culpable; una vez más la izquierda es responsable de haber desordenado el mundo. No sigo, supongo que habían leído antes este discurso.  

Sobre los efectos negativos de la LOGSE y sobre las contradicciones de la práctica escolar en España estoy dispuesto a debatir siempre. No estaría mal que quienes votan a la derecha se planteen que, si los servicios públicos no siempre funcionan adecuadamente, ello podría deberse no a que lo público siempre conlleva incompetencia, sino a que los políticos deciden desviar las inversiones que necesitan escuelas u hospitales públicos para potenciar las redes privadas. En cualquier caso, creo que vivimos tiempos de una profunda desorientación, tiempos en los que los manuales de instrucciones -como tanto ha explicado Zygmunt Bauman en sus ensayos sobre la "sociedad líquida"- dejan de ser operativos mucho antes de que el lector se los aprenda, lo que los vuelve inútiles, condenándonos a todos a una incertidumbre a la que la escuela es extraordinariamente vulnerable. 

Ahora bien, dudo mucho de que el problema sea el fin de la "cultura del esfuerzo", no al menos en el sentido en que lo propone la gente que piensa como Wert. Por la prensa hemos sabido que en las diferentes reválidas que habrán de pasar los alumnos desde Primaria se otorgará una atención absolutamente prioritaria al bagaje memorístico, traducido en pruebas de 350 preguntas objetivas. Sí, señores, preguntas "tipo bingo" o, si quieren, "tipo trivial pursuit", en las que sospecho que nuestro innovador ministro hará que se conteste cuál es el río que pasa por El Cairo eligiendo entre cuatro opciones, a saber: El Tajo, el Támesis, el Volga y la acequia cochina de mi pueblo. 

Ya ven, los profesores, que por lo visto merecemos que no se confíe en nosotros, ya no servimos para decidir si nuestros alumnos merecen el título de la ESO o de Bachiller, de manera que habremos de esperar a que los dirigentes políticos nos envíen a unos señores "expertos en reválida" para torturarles durante unos días con exámenes que corregirán con plantilla y que, de suspenderlos, invalidarán el trabajo de años realizado por los claustros profesionales diariamente y a pie de pizarra. Con esta medida pondremos el cierre a la crisis educativa y acabaremos con la indolencia. Eso cree Wert.

Miren, ha costado muchísimo hacer entender a la comunidad que el aprendizaje no es el pasivo recitado de una lección tomada al dictado para que ahora un mequetrefe venga con la máquina del tiempo a regresarnos a prácticas educativas predemocráticas y felizmente superadas. No formo parte de ninguna secta de pedagogos histéricos. Soy profesor, y sé perfectamente que el aprendizaje sólo se da cuando es significativo, es decir, cuando hay una construcción de sentido autónoma y consciente por parte del alumno. Si realmente hay una crisis de autoridad del profesorado, nada se me antoja más inoperante que intentar recuperarla martirizando a los chavales con horrorosos ejercicios de memorización que -tras el vomitado de datos en un examen- pasarán al olvido más absoluto. 

A mí me resultaría mucho más fácil dar clases donde, en vez de guiar a mis alumnos en la comprensión y el análisis de los textos en que Descartes argumenta sobre la necesidad de guiarse por la razón y no por dogmas, me limitara a exigir a mis alumnos que se aprendieran de memoria las obras completas de cuarenta filósofos pelmazos a los que no leerán jamás. Podría además corregir los exámenes con plantilla, qué chuli.

Lo mejor de todo ello es que así mis alumnos dejarían de ver el aula como un espacio para la crítica, la reflexión y el debate. Bastará con que reciten las comarcas y pueblos de Gerona: "Figueras, Olot, Puigcerdà, La Junquera..." con el sonsonete de Montañas nevadas preferentemente. 

2 comments:

Anonymous said...

Aunque comparto la esencia de lo que dice, me parece que el asunto de la educación merece una vanguardia revolucionaria que al parecer será imposible. No creo que pasemos de críticas puntuales a las ocurrencias de un iluminado o mínimo mental.

A estas alturas todo el mundo debiera saber que la educación es un instrumento al servicio de los intereses del poder.

Desgraciadamente este sistema avanza sin encontrar oposición, unas veces, al timón están progresistas, otras, conservadores, reaccionarios pero todos los caminos llevan a Roma.

La cuestión está pendiente de ser tratada; ¿queremos un sistema que consiga ayudar al individuo a descubrir quién es? ¿Conseguir que la sociedad atribuya la misma dignidad y respeto a un panadero que a un ingeniero, doctor en medicina o ejecutivo?

La triste realidad es que los grandes esfuerzos de políticos e intelectualoides en conseguir que niños y jóvenes se amolden a un sistema que persigue siempre el mismo objetivo -los requerimientos de un régimen o intereses corporativos- están agotados. El empecinamiento de hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja en vez de o bien cambiar el camello por una pulga o bien el ojo de la aguja por la puerta de Toledo.

Mi ex amigo Marina -un filósofo, que lamentablemente se dedica a "reinventar" conceptos puesto que los establecidos he llegado a la conclusión no es capaz de comprender, es una buena muestra de lo que intento explicar.

Su trabajo se basa en encontrar la "excelencia" descubrir "el talento" pero jamás se planteó que tal vez el problema no estuviese en los alumnos sino en el objetivo que se les propone.

-Su trabajo se resume en cómo hacer pasar a un camello por el ojo de una aguja-

El culmen de su obra ha llegado hace poco mediante una serie de conferencias donde se mostraban distintos ejemplos de "excelencia... chavales que habían conseguido escalar puestos de poder –jóvenes que ocupan cargos en consejos de administración, famosos- una suerte de "pequeños Nicolás" en potencia.

Como bien dice, la escuela debiese ser un templo donde los alumnos se descubren así mismos y descubren a los demás, -incluidos los profesores-

En cambio, hemos conseguido a gentes que, remesa tras remesa, se descubren así mismas según les ven los demás, en tanto son aceptados en grupos o tribus.

El mundo no puede decir -o decidir- como o quien es una persona, al contrario, esa persona debe -si quiere- enriquecer al mundo mostrándose tal cual es, sin ningún miedo a ser rechazada, por mucho que nunca llegue a ser comprendida o entendida. Lamentablemente, en las escuelas se da el primer paso para ello... evaluaciones, clasificaciones.

Como bien decía usted: la comodidad de regirse por un sistema que se dedica a evaluar bajo unos parámetros establecidos donde la categorización se extiende facilitar la misma.

El Sr. Marina llevó a un programa de tv -la sexta noche- a unos cuantos representantes de "los talentos" que había fichado para su seminario. Personalmente jamás he sentido tanta vergüenza ajena. Chavales que ocupando puestos relevantes en distintos estamentos del poder, su mayor crítica al sistema educativo era que "el sistema educativo no les preparaba para la realidad del mundo laboral".

Si la vanguardia de los estudiantes modelos es reclamar que el estado pague y dedique más y más recursos para que los estudiantes culminen su formación según los criterios de las empresas o requerimientos políticos...

La cosa se pone peor cuando se constata que las AMPAS, consejos escolares etc. Persiguen objetivos similares.

Estoy totalmente con usted. Yo fui cesado, usted aun resiste, tal vez usted forme parte algún dia de esa vanguardia que se antoja imprescindible.

Mientras tanto, tal vez sea el momento de reclamar para esas familias y alumnos que piensan como los ejemplos de Marina, que sea Telefónica, Repsol, el Santander o incluso Faes quien les sufrague los estudios.

David P.Montesinos said...

De las intervenciones que le he leído ésta es sin duda la que me ha interesado más, lo cual no significa que comparte todo lo que dice, pero me parece que su lectura merece un tiempo de meditación porque, además de las valoraciones que establece, transmite algunas experiencias personales, cosa que agradezco.

No simpatizo especialmente con José Antonio Marina, no todo lo que dice me disgusta, incluso le he escuchado respuestas muy sugerentes, pero algunas derivas que le he ido viendo últimamente -lo de la excelencia me sonó a eso- no acaban de olerme bien. En cualquier caso conocer a la gente personalmente es una ventaja de la que, en este caso, carezco al contrario que usted.

¿Le importaría decirme por qué le cesaron y de qué cargo? Y si me permite un apunte previo a su respuesta, yo no puedo dejar mi trabajo porque sencillamente vive de él mi familia. Que me sienta o no feliz y orgulloso con lo que hago es otra cuestión...