Friday, May 22, 2015

ELECCIONES (II)

Hasta hace poco más de una década yo era un abstencionista irredento. Asumía el ideario clásico del anarquismo -no estoy seguro de haberme desprendido completamente de él- y entendía que participar de la trama electoral me convertía en connivente con un sistema envenenado de raíz. Los procesos electorales y la partidocracia me generaban una profunda desafección entonces y me la siguen creando ahora. La irrupción de asociaciones políticas que proclaman a voz en grito su intención de transformar drásticamente el sistema representativo y de acabar con la Casta no me saca de la gelidez. 

Quizá tenga razón aquel contumaz que fui, después de todo.  

Pero déjenme contarles algo. Una noche, entre varias personas y después de alguna que otra copa. proclamé mi intención de votar contra el Partido Popular. Estaba sinceramente harto de ellos y había llegado a la conclusión de que era una cuestión de higiene acabar con el aznarismo. Ni yo mismo estaba seguro de cumplir la intención en aquel momento manifestada. 

Pero entonces surgió, con una voz tronante, víctima de un enojo incontrolado, un compañero de cenáculo que tuvo el atrevimiento de llamarme "miserable". Con mis miserias -que son más de las que me gusta reconocer en público- he aprendido a llevarme moderadamente bien. Lo que pienso de aquel tipo me lo guardo para mí. Pero su iracunda intervención me encendió una luz que permanecía apagada desde hacía décadas: a aquel tipo le ponía enfermo que alguien votara a cualquier partido que pudiera disputarle el poder a José María Aznar, que él juzgaba como "un gran estadista". 

Curiosamente, cuando unos minutos antes otro contertulio expresó su intención de no votar, amparándose en motivos del libertarismo más radical, el tipo en cuestión le miró incluso con cierta condescendencia y no se alteró lo más mínimo. 
Aquella noche me fui a casa sabiendo que unos días después votaría a la izquierda. Desde entonces no he dejado de hacerlo. 

No voto a la izquierda para que no gane la derecha, voto porque creo firmemente que lo que necesita el mundo no es un capitalismo sin controles, ni más privilegios para la Iglesia, ni más corrupción, ni más Calatravas, ni más Adelsons... Lo que necesitamos es instituciones solidarias y comunidades más justas y cohesionadas. 

Seguramente voy a equivocarme el domingo, la izquierda es especialista en decepcionarnos. Pero, amigos, llevamos dos décadas de gobierno sin trabas de la derecha en el País Valenciano y en el Ayuntamiento de Valencia. Los resultados están a la vista. Quizá me equivoque en el voto, pero me voy a sentir bastante peor si los malos siguen al mando de la nave y yo no he hecho nada contra ellos. Entonces sí me sentiré miserable. 

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