Saturday, October 10, 2015

GRITOS

1. ¿Por qué grita? Y, sobre todo, ¿por quién pretende ser oído? Hace una eternidad, siendo yo adolescente, me encontré por primera vez con esta enigmática pintura y tuve un presentimiento: "él grita, pero nadie le oye". Hemos sabido muchas cosas sobre el cuadro más célebre de Edvard Munch, cuya obra se expone ahora en el Reina Sofía. El autor dice haber retratado a su singular manera un episodio aparentemente banal pero que él experimentó como terrorífico. De pronto, tras cruzar el puente en un atardecer, el mundo entero pareció incendiarse con el rojo del cielo. Paralizado por un pavor incontrolable, llamó a sus acompañantes para que le sacaran de aquel lugar que tan súbitamente se había vuelto inhóspito. 

Se ha comparado la imagen del rostro con una momia peruana expuesta en un museo de París; se ha hablado de las huellas que en el alma torturada del artista dejaron las lecturas de Dostoievski o Schopenhauer. Dijo Hegel que un filósofo es su tiempo en conceptos, por lo que no parece forzado pensar que Munch puso su tiempo en imágenes. Se me antoja que "El grito" remite a la más extendida de las pesadillas contemporáneas, la de no ser escuchados. Nadie nos impide gritar, en realidad no hacemos otra cosa, pero una atmósfera incendiada y venenosa ahoga nuestra llamada a otros seres humanos. 

Más de un siglo después de que Munch retratara aquel espanto, se me ocurre que nunca nos hemos comunicado tanto como ahora y nunca fue tan difícil que se nos escuchara.    

2. Pocas escenas cinematográficas me han impactado tanto como ésta. La cara en primer plano de Kevin Bacon mira fijamente al padre de la joven violada y asesinada cuyo cadáver acaba de identificar en una zanja. Éste, Sean Penn, le lanza gritos desgarradores mientras su cuerpo parece descoyuntarse sujeto ferreamente por media docena de agentes de policía: "¿Está mi hija ahí?", repite una y otra vez ante el inspector, cuyo silencio lo dice todo. De críos eran amigos, jugaban juntos en el barrio con otro chaval... Un infortunado día se toparon con el mal en estado puro, el tercero de ellos, Tim Robbins, fue secuestrado y su alma quedó dañada para siempre. 

Hay una densidad especial en ese trágico cruce de miradas. Es la misma atmósfera hechizada que lo envuelve todo en las mejores películas de Clint Eastwood... Es un paisaje viril y a a la vez sensible en el que presentimos la necesidad ineluctable de la venganza, la cual, como en el mejor John Ford, sólo arrastrará a sus personajes hacia la barbarie y el delirio. 



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