Thursday, July 21, 2016

APARICIONES MARIANAS



Metafísicos de toda ralea emplearon sus vidas buscando el punto sagrado en el que se comunicaran los dos mundos, el terreno y el celeste, el sensible y el ideal, la materia y el espíritu... Platón hablaba de la reminiscencia, ese momento de supremo aprendizaje en que el alma -tristemente confinada en un cuerpo mortal- se iluminaba descubriendo la huella de una visita pasada al reino de la luz. Más de dos milenios después, Descartes quiso localizar en la glándula pineal, oculta entre los pliegues del cerebro, ese núcleo de conexión mística en que el alma acertaba a infundir su magia al cuerpo. No otra cosa buscaban los teólogos medievales, o los druidas, o los alquimistas o los místicos del barroco.

En psiquiatría, por ejemplo, se habla del "insight" como un momento de especial lucidez en el que uno -por algún tipo de psicopatología o el consumo de un opiáceo- cree descifrar la verdad oculta de la existencia. Jung, figura clave en la historia del psicoanálisis, habla de "coincidencias significativas". Fenómenos cuya contigüidad juzgamos puramente aleatoria, pueden en realidad estar vinculados por estados psíquicos. Por ejemplo, siendo niño, recuerdo haber tenido una misteriosa sensación de rotura de cristales que, en efecto, se produjo unos minutos después con un valioso objeto de la casa... 

Siento decepcionarles, pero mis relaciones con el otro mundo no contienen episodios mucho más emocionantes que el de aquel cristal que, por cierto, costó una pasta a mis padres, de ahí que, por si me echaban la culpa, jamás les hablé de mi presentimiento. Sospecho que los elegidos siempre son escasos, y además temo que las vírgenes y los santos escogen a gente un poco tarada para sus milagrosas apariciones. 

Por lo visto no soy el único cuyos momentos místicos son de baja estirpe. De hecho este escrito está inspirado en lo que ayer mismo me contó una allegada. Muchos años atrás había tenido la oportunidad de hablar en una emisora de radio. Justo cuando entró en el local dirigió sus ojos hacia una pantalla de televisión en la que aparecía un rótulo gigantesco: "Ha muerto El Fary"... La chica ha olvidado casi todo lo referente a aquella intervención radiofónica, pero siempre que piensa en ello lo primero que le viene a la cabeza es aquel rótulo televisivo. 

Es posible, conociéndoles, que ustedes crean que estoy de broma, pero a mí me parece que en este tipo de situaciones reside gran parte del misterio sobre el que se asienta nuestra presencia en el cosmos. 

Por ejemplo. Una noche, hace muchos años, me dirigí al cine en automóvil con la que entonces era mi novia. Aparqué, llovía intensamente. La tensión del momento podía cortarse, olvidamos la hora de la película, olvidamos incluso que íbamos al cine. Me dijo que me dejaba, me dio sus razones, me transmitió sus amarguras, hizo contrición de todas sus debilidades, que si "siempre hemos sido demasiado como amigos", que si "a veces falta pasión". De pronto, por la acera de una Alameda más inhóspita que nunca, apareció un hombre de mediana edad, alto, con buena presencia, enfundado en una gabardina y con traza meditabunda, como si no le importara lo ingente de la lluvia. Cruzó ante nosotros e interrumpí a la que ya entonces empezaba a ser mi ex... No pude evitar la exclamación: "¡Mira, joder, es Jorge Valdano!" Una de las cosas que mi ex odiaba de mí era precisamente mi afición al fútbol. No ayudó mucho que me quedara unos segundos traspuesto, pensando en si en ese momento dudaba entre poner al Burrito Ortega o al Piojo López en la delantera. 

Me dejó, obviamente, pero fue una experiencia mística.  

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