Saturday, October 01, 2016

LOS SOCIALISTAS

Conozco socialistas de corazón que están sufriendo con este desgarramiento del PSOE que amenaza con llevar la organización a toda suerte de abismos imaginables. Son personas libres, sensatas y bienintencionadas que han decidido no someterse al dictamen fatalista de que la izquierda es incapaz de organizar una maquinaria institucional realmente capaz de propiciar una sociedad más justa e igualitaria desde el poder ejecutivo en los Estados europeos. En otras palabras, continúan aferrados a la idea de que todavía es posible en la Europa unificada y en la sociedad globalizada aplicar políticas de defensa de la ciudadanía. 

No soy socialista de corazón porque mis circunstancias biográficas lo impiden, pero me da como para entender que un país sin PSOE, o con el Partido convertido en una fuerza parlamentaria irrelevante, abre una perspectiva inquietante. Pero aún más siniestra es la sombra que se alza sobre nosotros si lo que está en juego en este proceso es la supervivencia de la socialdemocracia, entendiendo por tal la posibilidad de presentar a la derecha una alternativa pacífica y no populista ni antisistema. Quizá esta reflexión me convierta a la postre en socialista de convicción, da igual. 

Pero, ¿es realmente un drama esta crisis? De entrada deberíamos pensar que la verdadera catástrofe no está en los corredores de Ferraz, sino en las urnas, es ahí donde el partido que llegó a arrasar en los años ochenta con diez millones de votos se está desangrando. Por otro lado, esta guerra civil tiene la virtud de poner al desnudo al conjunto de la organización. Para unos -en un discurso apoyado más allá de la deontología periodística por el diario El País-, Sánchez es un insensato que, empezando por no asumir las consecuencias de sus reiterados fracasos electorales, amenaza con llevar al Partido a un desastre aún mayor. Para otros Sánchez, convertido en el Corbyn español, es la respuesta de la militancia al tóxico enganche que los viejos leones del partido mantienen con importantes sectores de la oligarquía económica. 

Pacto con el PP o terceras elecciones, éste dicen que es el dilema, y lo es, sí, pero yo lo expresaría de forma más prosaica: ¿con quién vamos a perder menos votos?

Como quiera que el conflicto de poder y sus urgencias tienden a enfocar las atenciones en lo que al final tiene mucho de show mediático -no hay más que ver cómo se lo están pasando en la televisión de Milikito-, no está mal recordar que el verdadero problema -en ningún caso exclusivamente "español"- es el descrédito del laborismo europeo. Por eso, y a riesgo de ponerme más pedagógico de lo razonable, conviene no descuidar el sentido general de la situación que atravesamos. 

1. El neoliberalismo se impuso como discurso hegemónico en la política-económica anglosajona con el reagan-thatcherismo en los ochenta y erosionó el prestigio de la socialdemocracia heredada del New Deal y autora del Estado del Bienestar. Ese proceso, que alcanza su punto de máxima difusión a inicios de siglo, ha debilitado las instituciones de participación ciudadana, ha incrementado la desigualdad en todo el mundo, ha individualizado y despolitizado a las comunidades y ha puesto el poder en manos de una serie de megacorporaciones que deambulan sin trabas por el mundo condicionando la vida de todos. En una palabra, el neoliberalismo es un fracaso y su supuesta "eficacia" un mito.  

2. El neoliberalismo se autorrefuta hasta el punto del cinismo. Cuando los mercados, incapaces de autorregularse, se cargaron el sistema desencadenando una crisis no igualada desde el 29, acudieron como conejos los bancos a los Estados, es decir, a todos nosotros, para que les salváramos, a pesar de llevar décadas convenciéndonos de que los Estados eran el Mal y los enemigos de la prosperidad. Muchos de los reaccionarios más asertivos que conozco tienen una extraña habilidad para que sus admirables proyectos privados vivan a costa del erario público, normalmente por concesiones de los amiguetes que tienen en el odioso mundo de la política. A eso lo llaman iniciativa empresarial y libre competencia.  

3. Si la realpolitik determina que un partido como el PSOE no puede liberarse del gancho del Ibex y los oligarcas que se supone que les financian, entonces es perfectamente legítimo que se hable de "casta" y se vote a otros partidos, que dentro de la propia organización haya quien explore otras opciones y que, en definitiva, haya quien siga soñando con la esperanza de que votar socialista no sea lo mismo que votar a la derecha. 

Veremos...
   

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