Saturday, December 10, 2016

LA VERDAD (Y LA MENTIRA)

Durante los primeros años de gobierno de Rodríguez Zapatero, quien -como todos recordamos- llegó al poder después del sorprendente vuelco electoral producido tras el atentado de Atocha, el diario El Mundo publicó una larga serie de "investigaciones" con las que se pretendía asociar el resultado de las elecciones con la masacre yihadista. El diario de Pedro J. Ramírez, con la complicidad de la Cope y Libertad Digital, propagó una delirante teoría de la conspiración con la que los sectores más fanáticos y resentidos de la derecha española pudieron encauzar la rabia que les había producido una derrota electoral completamente inesperada. No me consta que Jiménez Losantos o Ramírez, compañeros de barco en aquella atrocidad periodística, hayan pedido perdón, pero lo realmente escandaloso es que aquello no haya tenido consecuencias de ningún tipo. Simplemente El Mundo dejó decaer el asunto y el asunto se cerró. 


Sumo y sigo, me voy a escenarios más triviales. Una periodista del corazón llamada Lidia Lozano extendió durante semanas la idea de que tenía pruebas de que Ylenia, primera hija de Al Bano y Romina Power, desaparecida unos años antes, estaba viva. Podemos imaginar la cutrez de las fuentes de la interfecta. Lo cierto es que, más allá de poner muy nerviosos a los célebres padres de la joven, Lozano nunca pasó de amagar con que ofrecería sus supuestas pruebas. Aquello llenó muchos programas de TeleCinco, cuyos directivos imagino que animaron a la "periodista" a seguir mareando la perdiz, a pesar de que seguramente eran los primeros en saber que aquello era una odiosa mentira. El asunto se apagó, Lozano sigue trabajando para la cadena en programas que presumen de tener una gran audiencia.

No creo que tengamos un problema con la verdad periodística, lo tenemos con la verdad en general. Si la credibilidad ya no es algo que pueda dañarse, puesto que mentir sale barato, entonces es que la verdad ya no es un valor esencial. 

Lo hemos visto hasta el aburrimiento en este año calificado con ingenio como aquel en "que vivimos estúpidamente". Los defensores del Brexit mentían y luego, cuando obtuvieron el éxito, desaparecieron y dejaron que otros gestionaran el estropicio que ellos mismos habían generado. Trump no hizo otra cosa que remover las vísceras del americano medio con promesas incumplibles, y ganó unas elecciones que ni sus compañeros de partido deseaban que ganara. Rajoy ganó de forma contundente las segundas elecciones a pesar de haber batido records de incumplimientos electorales en su primera legislatura, por no hablar de la ignominia de una corrupción sistémica y perfectamente tolerada. 


En estos días nos indignamos porque los padres de Nadia nos han estafado. Los tipos usaron la supuesta enfermedad de la niña para sacar más de un millón y medio de euros y gastárselo en lujos de todo tipo, con lo cual, además de haber robado a muchos bienintencionados, pueden haber condenado a muerte a muchos que ahora, en un caso similar, no podrán ganarse la confianza de la gente cuando pidan socorro público. 

Tenemos un problema con la verdad. En realidad lo hemos tenido siempre, por eso existe la filosofía. Me temo, sin embargo, que el problema ahora adquiere unas proporciones sumamente inquietantes. No sé si tengo una buena perspectiva para emitir este juicio, pero creo que la gente está extraordinariamente desorientada. Como dijo Ortega, "no sabemos lo que nos pasa, y es justamente eso lo que nos pasa". No obstante, una cosa es que nos aceche toda suerte de incertidumbres, y otra es que podamos permitirnos el lujo de tolerar e incluso premiar a los mentirosos. 


La mentira es mala porque destruye la confianza entre las personas. Si aceptamos al que miente es porque creemos que algo tan imprescindible para el estar juntos como la confianza ya no es posible. Abrimos entonces la puerta a que no nos devuelvan lo que prestamos, que nuestra pareja nos sea infiel o que el banquero en que tanto confiamos nos cuele una preferente. Todo eso puede suceder, pero ¿cómo sentirnos víctimas de una injusticia y efectuar reproches morales si somos los primeros que dejamos de creer que la verdad fuera exigible? 

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