Saturday, February 04, 2017

BORGEN Y LA PANTOJA

No conozco mejor inductor al sueño vespertino que Telecinco: uno sabe que no van a poner nada que reclame su atención. Tras la cabezadita -con la sesera aún entumecida- mis ojos entreabiertos se topan con una hiena que despotrica contra Isabel Pantoja. La telebasura es el refugio que los impotentes y los resentidos encuentran para vengarse de quienes sí han tenido las agallas de hacer algo en la vida, dicho sea sin olvidar que, antes que de la tonadillera, fui siempre incondicional de Paquirrín. 

Unos minutos antes la cadena de los italianos había hecho lo mismo que -no me engaño- habían hecho las demás, incluyendo la simpar cadena de Milikito, es decir sopesarle las gónadas a Florentino Pérez anunciando a los fans de Cristiano Ronaldo la noticia de que ha decidido hacerse un tatuaje en el fistro. 

Todo esto en realidad no estaría tan mal si tuviéramos clara la diferencia entre la información seria y la amarilla, entre la información y el reality show, entre la crítica y el espectáculo, entre el cerebro y las vísceras, entre el diálogo y el alboroto. Podría bastar con apagar la tele -sólo hay que darle a un botoncito-, pero no estoy seguro de que en los demás medios no nos topemos con la misma confusión... Estamos ante una crisis periodística, y ésta no es a su vez sino un síntoma más de una crisis en el régimen de verdad.  

Me asaltan estos días por las mañanas las peripecias de Donald Trump y, por las noches, las de Birgitte Nyborg. Ambos son políticos, la diferencia está en que aquél es de verdad, mientras que ésta, protagonista de la estupenda serie sueca Borgen, es de ficción. Curiosamente me asalta a menudo la impresión de que Donald es un personaje de comedia barata, incluso un chiste de culos y pis, mientras que en Borgen las esencias ocultas del mundo se revelan con admirable pulcritud ante nuestros ojos. 

No teman, el spoiler no va a ser gran cosa. Birgitte Nyborg se convierte en Primera Ministra de Dinamarca por el Partido de los Moderados de forma completamente imprevista y casi casual. Desde ese momento, y durante treinta capítulos correspondientes a tres temporadas, sabremos de la dificultad de compatibilizar la vida privada y la vida pública para una mujer demasiado dotada de talento como para renunciar al enorme poder que su carisma promete otorgarle. También advertimos la tensión, a veces insoportable, en que se dirimen cotidianamente las relaciones entre la política, el dinero y la prensa. La serie es muchas más cosas, pero creo poder expresarlo en una fórmula sencilla: Borgen trata sobre lo embarazoso que resulta tener que tomar decisiones... En otras palabras, con Nyborg aprendemos que la política, con todas sus miserias, consiste en saber que cualquier medida que toma un representante político, por virtuosa que sea, trae desperfectos y desdichas a muchas personas. 

¿Y la prensa? Es la segunda gran columna sobre la que se sustenta el relato que constituye Borgen. Les cuento algo. El director de los informativos de TV1, Torben Friis, es un periodista político acreditado por la seriedad de los informativos que dirige y lo certero de sus análisis y opiniones. Un día, a consecuencia de un bajón de share, la cadena pone por encima de Torben a un joven yuppie llamado Alex que le insiste hasta el aburrimiento en la necesidad de hacer lo que sea para "incrementar la audiencia". Ni él ni su equipo asumen que haya que sacrificar la credibilidad en favor del sensacionalismo y la horterada. Al llegar elecciones, Alex ordena a Torben crear un ridículo y chillón escenario con azafatas sexy y aires de festival de Eurovisión para celebrar el debate entre los candidatos. 


Sé lo que haría un obediente empleado de Telecinco en ese caso, pero... ¿quieren saber lo que hace Torben Friis? Se fastidian, vean Borgen.  

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